Publicado en Clarín.com
Mucho había cambiado en la Argentina el día que Juan Domingo Perón volvió al país luego del exilio. La relación con Montoneros, actor clave en la repatriación del líder, se fue tensando cada vez más en el tironeo con la vieja guardia sindical que ostentaba el carnet vitalicio del movimiento peronista. El 17 de noviembre de 1972 el General se encontró con un país distinto, con niveles de violencia política actualizados a los tiempos que corrían. Y fue entonces cuando empezó a enviarle ciertos mensajes a aquellos jóvenes que habían posibilitado su propio regreso.
Perón y la Triple A, de Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, editorial Sudamericana, destaca “las 20 advertencias que Perón fue lanzando a Montoneros desde la vuelta al país hasta su muerte”. La hipótesis del libro es contundente: la Alianza Anticomunista Argentina -conocida como la Triple A- no fue una creación aislada del entonces ministro de Bienestar Social, José López Rega, sino una concepción que ya estaba en la cabeza de Perón.
Leé cinco extractos de las advertencias más fuertes del líder del justicialismo a los Montoneros:
I. Mantener a Montoneros lejos del Estado
Consciente de que el pedido de cordura y madurez solicitado desde España había caído en saco roto, y que la solicitud de mantenerse“dentro del mayor orden y tranquilidad” durante el acto de recibimiento terminó con numerosos muertos y heridos, Perón hizo una advertencia, la primera de las veinte que lanzó desde su llegada hasta el día de su muerte. Fue el 21 de junio de 1973, al día siguiente de su arribo a la Argentina y después de haber sido informado de los sucesos ocurridos en Ezeiza y de quiénes conformaban los dos bandos que participaron.
En ese, su primer discurso, tomó partido por quienes estaban en el palco oficial y dispararon sus armas contra los montoneros que intentaban copar la primera fila del palco. La advertencia fue explícita: “Los que ingenuamente piensan que pueden copar a nuestro Movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado, se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean, podrán engañar a un pueblo que ha sufrido lo que el nuestro. […] Por eso, deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal”. Montoneros había logrado una considerable participación en las administraciones nacionales y provinciales y a ellas se refería con el término infi ltración.
Los enemigos de afuera eran fácilmente identificables en su discurso: los imperialismos de uno y otro signo, los grandes monopolios internacionales, los capitales salvajes especuladores, entre otros. ¿Pero quiénes eran los enemigos de adentro? Faltaba identificarlos y Perón —un hombre astuto que sabía elegir las palabras— lo hizo expresamente para que no quedaran dudas: “Los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro Movimiento. Ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo o desde arriba. Nosotros somos justicialistas. Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes […] No hay nuevos rótulos que califiquen a nuestra doctrina ni a nuestra ideología”.
La consigna de “patria socialista” coreada por Montoneros quedó al desnudo y el mensaje de Perón fue claro y directo a todos los argentinos.